martes, 21 de junio de 2011

Somos los piratas

Acostada en la fria camilla de la sala de rayos X del Dupuytrén intento contarle al médico una versión menos degradante de como me accidenté, él finge creerla.

Mientras espero inmovil que tomen la placa, recuerdo la noche anterior. Fiesta de fin de año, temática, barra libre, concursos de baile, fotos con conocidos y desconocidos, gerentes y pinches.

Por supuesto que mi disfraz de pirata sexy pero chic (nada de lencería erótica en una reunión donde va a hablar el Country Manager) fue planeado, diseñado y vuelto a planear mil veces desde que se envió la invitación. En un momento de la noche, entre el calor, el baile, el alcohol y el paso de las horas, el falso lunar que me pinté al lado de la boca rojo furioso (tan halagada por conocidos, deseada por wannabes y elogiada por exes) empieza a despintarse.

Se me acerca, creo que cruzamos un par de frases sobre mi atuendo donde abundan el rojo y el negro (alusiones futboleras obvias y trilladas pero frases en fin) antes de pasarme la mano sobre el lunar casi inexistente y hacerlo desaparecer del todo. La escena parece una versión fiestera de esa de "Propuesta Indecente" en la que Demi Moore vuelve de revolcarse con Robert Redford y el marido le limpia el labial rojo furioso de la boca. ¿Y si acá mismo, a la vista de toda la empresa le como la boca? ¿No será mejor esperar y no actuar por impulso y quedar como una puta adelante de todos? ¿Por qué siempre me estoy reprimiendo si el pibe me gusta y yo se que indiferente no le soy, lo pesqué mirandome varias veces? Mejor quedar para otro momento y ahi arrinconarlo y matarlo a besos, todo bajo el manto (o las sabanas) de la absoluta discreción.

Me voy al baño, a refrescarme un poco y luego paso a buscar otro vaso gigante de ron con coca light. Mientras me retoco el rojo furioso escucho a la recepcionista comentar con un par de minas a las que no recuerdo por más que intento "es el que mejor está de los que laburan acá, lástima que tiene la novia en Rosario". Luego de eso, todo se va a negro, es como si todas las escenas transcurriesen en cámara lenta y por un momento deseo estar soñando. Se me vienen a la mente las miles de charlas de oficina, de almuerzos, de preguntas directas respondidas con evasivas.

La fiesta ya está llegando a su fin, por correr como una energúmena tropiezo en una rampa en bajada, quedo tirada en el piso como un sapo. Me levanto, llego a mi casa no se como, me acuesto y al día siguiente casi deshidratada por tanto alcohol y con el maquillaje sin quitar que transformó mi cara en un Kandinsky viviente veo mis rodillas en carne viva y con una hinchazón que las hacen parecer dos morcillas. De allí a la guardia del Dupuytrén a dar una versión parcial del accidente que me llevó allí.

El médico disgnostica ligamentos rotos, ordena reposo, hielo y un antiflamatorio.

Para el corazón roto no hay nada (al menos en la medicina) solamente paso del tiempo y la lección aprendida de que nunca, pero nunca, se debe hacer el mínimo esfuerzo por intentar conquistar a un pirata.

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